«Ha sido sobre todo a partir del verano cuando se ha notado un incremento de la demanda de atención a todos los niveles. Incluso casos graves. La infección afecta poco a los jóvenes, pero sí a su salud mental». Lo constata Cristina Casal, una psiquiatra con amplia experiencia en la atención a niños y jóvenes y que, como el resto de sus colegas, ha visto como su agenda se ha multiplicado en los últimos meses.
Los especialistas distinguen el impacto entre los niños y los adolescentes. Ambos grupos están sufriendo, pero el segundo de una manera más acusada. A grandes rasgos, los profesionales consideran que las consultas han aumentado en los últimos meses alrededor de un 20 %, aunque el porcentaje es variable. Las consultas cubren un abanico amplio: desde crisis de ansiedad, angustia, depresión, más miedos en los más pequeños hasta el repunte de dos fenómenos ya conocidos: los trastornos de la alimentación y el absentismo escolar.
Los niños, normalmente con mayor capacidad de adaptación, han absorbido la incertidumbre de sus mayores: «Los niños quieren previsibilidad -explica el psicólogo Ricardo Fandiño-, quieren saber lo que va a pasar. Eso les da tranquilidad». Pero la previsibilidad está siendo un bien escaso durante esta pandemia y los niños lo han notado. Fandiño recuerda también cómo los problemas del núcleo familiar repercuten en los más pequeños: «Solemos pensar en la familia como un factor de refugio, pero también puede ser un factor de riesgo». Y en ese sentido, las malas condiciones económicas que ha agravado la pandemia y la conflictividad que ello genera, se han trasladado también a los más pequeños. ¿La consecuencia? Irritabilidad y miedo en muchos casos.
Con respecto a los adolescentes, los problemas han sido mayores, coinciden los expertos: «Para ellos, la pandemia ha sido un pequeño desastre», confirma Ricardo Fandiño. Este profesional preside la Asociación para la salud emocional en la infancia y adolescencia, que puso en marcha un teléfono de ayuda para menores y cuidadores: «Últimamente es reiterado el caso de familias que llaman porque sus hijos no quieren ir al instituto y no saben qué hacer». Las restricciones que han colmado la paciencia de muchos, para otros han sido una bendición, especialmente para los jóvenes con problemas de adaptación o para aquellos que sufrían acoso en alguna medida y a quienes el cierre de los centros escolares vino a solucionar de un plumazo su problema. En estos casos, la vuelta al colegio ha supuesto poco menos que la reedición de una pesadilla que intentan evitar como pueden: «Para ellos fue una oportunidad para evitar esa situación, pero al mismo tiempo, una pérdida de la oportunidad de superarlo», reflexiona Fandiño.
«Para muchos, volver a las exigencias académicas no ha sido fácil. En algunos casos, con perfiles más perfeccionistas, sobre todo en segundo de Bachillerato, los estudios les han generado un estrés. Y ahí es donde estamos viendo trastornos de alimentación graves con restricciones en la comida o un exceso de ejercicio», explica la psiquiatra Cristina Casal. Desde luego, el cambio que supuso el confinamiento tuvo una importancia notable: «A los adolescentes les ha afectado mucho el dejar de hacer ejercicio, el parón en las competiciones escolares. Han engordado y muchos han intentado bajar de peso a su manera».
En cualquier caso, el reinicio de las clases y la recuperación de una cierta normalidad académica, ha sido muy beneficioso: «Ha sido fundamental -valora la doctora Casal-. Y no solo para su aprendizaje. En el colegio, donde socializan, también han podido liberar su estrés y su ansiedad».
También insisten los especialistas en que los problemas más graves y más difíciles de reconducir han aparecido en jóvenes ya predispuestos y para quienes la situación derivada de la pandemia ha sido el catalizador de una patología incipiente.
«Con los niños tenemos que recuperar lo que tiene que ver con la palabra»
¿Hay alguna estrategia para mitigar los efectos psicológicos del covid entre los más pequeños? ¿Va a ser la pandemia el estigma que va a definir en el futuro a esta generación? A la primera pregunta responde el psicólogo Ricardo Fandiño: «Con los niños es muy importante recuperar todo lo que tiene que ver con la palabra. Debemos darles previsibilidad, porque eso les da también tranquilidad. Y luego ver en qué medida podemos ayudarles a pensar por qué están preocupados y qué podemos hablar sobre ello. La conversación familiar es fundamental».
Sobre el futuro se pronuncia la psiquiatra Cristina Casal: «Está claro que el impacto va a ser para todos, también para ellos. Algunos van a tener problemas de estrés postraumático porque hay que pensar que muchos han perdido familiares. Su propia forma de socializar y la crisis que se nos viene, les afectará. Tal vez les haga más fuertes».
Peor que sus padres
Fandiño señala también hacia un mantra que se escucha mucho en los últimos tiempos: «Les decimos que van a ser la primera generación que va a vivir peor que sus padres. No les decimos que su vida va a ser diferente, le decimos que va a ser peor». Es una mirada complicada hacia el futuro, agravada por las perspectivas económicas que traza la pandemia y que lleva a los jóvenes a un estado de mayor incertidumbre. «No hay que olvidar de dónde veníamos» expone el psicólgo Ricardo Fandiño: «En España, uno de cada tres menores de 16 años está en riesgo de pobreza». Y eso era antes de la pandemia. El especialista recuerda que, normalmente, menor estabilidad económica es sinónimo de peor salud mental. Y la pandemia no ha hecho más que empeorar esas condiciones económicas,
Con todo, los especialistas apuestan por ofrecer perspectivas positivas a los más jóvenes: «Esto nos tiene que servir para mejorar. No todo lo que ha traído la pandemia es malo», concluye la doctora Cristina Casal.
Fuente: La Voz de Galicia